En Bolivia, José Luis, un sepultador debe cavar 15 tumbas al día, debido a la ola de muerte que la pandemia ha traído sobre el país. «He pasado de cavar 3 tumbas diarias, a cavar 15». Aseguró el Joven de 28 años.
Este trabajador, vive en Santa Cruz de la Sierra, una ciudad muy importante para el país, pero que ha llevado la peor parte del virus y de su castigo.
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«Tengo dos hijos y soy casado. Tengo 28 años de edad. Vivo el en barrio La Cuchilla, por el cementerio (uno de los de Santa Cruz). Mi señora y mis hijos se van donde mi suegra, más distante del cementerio. No tienen casi contacto conmigo. Ellos no están cerca, pero no les fallo para mandarles la platita».
«Tengo dos hijos y soy casado. Tengo 28 años de edad. Vivo el en barrio La Cuchilla, por el cementerio (uno de los de Santa Cruz).Mi señora y mis hijos se van donde mi suegra, más distante del cementerio. No tienen casi contacto conmigo. Ellos no están cerca, pero no les fallo para mandarles la platita».
Estas palabras fueron las de José Luis que asegura que tiene un fuerte dolor de espalda debido a su arduo trabajo.
Estamos bien golpeados por esta pandemia que ha llegado acá. Estamos viviendo el brote más fuerte aquí.
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Trabajando en el cementerio, antes de la cuarentena, entraban uno, dos, tres. Máximo cuatro llegaban donde nosotros teníamos que enterrar. Cuando ya llegó la pandemia se ha duplicado o triplicado. Se necesitaba sí o sí personal. Pasé de cavar tres tumbas a 15 por día.
Mi fuente económica era ver lo de los fallecidos. Hacíamos turnos con mi sindicato. Ahora cuando llegó el virus todo ha cambiado, prácticamente todo ha cambiado. Tenía mucho más trabajo y yo tenía que llevar a mis amigos para que nos ayuden. Hay poca gente que quiere tomar ese riesgo.
Tengo varios amigos que no tienen ni un peso para llevar el pan a su hogar, por eso prefieren arriesgarse. Se atreven por eso.
Uno al verlo al virus a la cara, le cambia todo. Ver a la persona que estamos sepultando y a los familiares que pueden estar infectados nos asusta. Pero por la necesidad que tenemos con mis amigos vamos con ese riesgo. Es el riesgo que podemos correr, pero tenemos que llegar con plata a nuestra casa. La necesidad obliga.
Yo quiero que ya pase esto. Que exista una pronta solución, con tantos profesionales en el mundo. Espero ver que aparezca el medicamento necesario para afrontar este virus que está golpeando fuertemente a Santa Cruz. Aquí ha brotado hartísimo. Los muertos son bastantes.
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Yo que estoy trabajando acá, veo de los familiares el dolor que sienten al enterrar a una persona. Veo el dolor que sienten al enterrar a varias personas. El llanto. Por eso tomo todas las precauciones para no sufrirlo.
Los primeros días no podía soportar el dolor. El cuerpo se va acostumbrando, pero los primeros días era algo que asfixia. Uno siente que ya no puede ni respirar… pero con el trabajo constante uno se acostumbra.
Mis compañeros ya no pueden más cavar fosas. Ya no quieren cavar porque ya no se sienten con tanta energía.
Yo para mis hijos voy a darlo todo. Todo, todo. Espero que tengan todo lo que nunca tuve… como un padre que esté a su lado. Que esté siempre adelante para ellos.
No quiero tropezar, no puedo. Por eso quiero que esta pandemia se acabe.
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